jueves, 7 de julio de 2016

Rafael Alberti



Poeta y dramaturgo español, nacido en el puerto de Santa María, Cádiz, en 1902.
Considerado como uno de los grandes poetas del panorama literario español, fue el último poeta de la Generación del 27, ganador del Premio Nacional de Literatura en 1925 y del Premio Cervantes en 1983.Durante la guerra civil militó activamente en la política y dirigió varias revistas de orientación comunista. Vivió en el exilio hasta el año de 1977. Entre sus obras más importantes se cuentan Marinero en Tierra, Sobre los Ángeles, Cal y Canto y Sermones y Moradas. Falleció en Madrid en 1999.

(Fuente: Amediavoz.com)

Soneto

Oh tú mi amor, la de subidos senos
en punta de rubíes levantados
los más firmes, pulidos, deseados,
llenos de luz y de penumbra llenos.

Hermosos, dulces, mágicos, serenos
o en la batalla erguidos, agitados,
o ya en juegos de puro amor besados,
gráciles corzas de dormir morenos.

Oh tú mi amor, el esmerado estilo
de tu gran hermosura que en sigilo
casi muriendo alabo a toda hora.

Oh tú mi amor, yo canto la armonía
de tus perfectos senos la alegría
al ver que se me abren cada aurora

Sabes tanto de mi, que yo mismo quisiera

Sabes tanto de mí, que yo mismo quisiera
repetir con tus labios mi propia poesía,
elegir un pasaje de mi vida primera:
un cometa en la playa, peinado por Sofía.

No tengo que esperar ni que decirte espera
a ver en la memoria de la melancolía,
los pinares de Ibiza, la escondida trinchera,
el lento amanecer sin que llegara el día.

Y luego amor, y luego, ver que la vida avanza
plena de abiertos años y plena de colores,
sin final, no cerrada al sol por ningún muro.

Tú sabes bien que en mí no muere la esperanza,
que los años en mí no son hojas, son flores,
que nunca soy pasado, sino siempre futuro.


Retornos del amor antes las antiguas deidades

Soñarte, amor, soñarte como entonces,
ante aquellas dianas desceñidas,
aquellas diosas de robustos pechos
y el viento impune entre las libres piernas.

Tú eras lo mismo, amor. Todas las Gracias.
igual que tres veranos encendidos,
el levantado hervor de las bacantes,
la carrera bullente de las ninfas,
esa maciza flor de la belleza
redonda y clara, poderosamente
en ti se abría, en ti también se alzaba.

Soñarte como entonces, sí, soñarte
ante aquellas fundidas alamedas,
jardín de Amor en donde la ancha Venus,
muslos dorados, vientre pensativo,
se baña en el concierto de la tarde.

Soñarte, amor, soñarte, oh, sí, soñarte
la idéntica de entonces, la surgida,
del mar y aquellos bosques, reviviendo
en ti el amor henchido, sano y fuerte
de las antiguas diosas terrenales.


Mujer en Camisa

Te amo así, sentada,
con los senos cortados y clavados en el filo,
como una transparencia,
del espaldar de la butaca rosa, 
con media cara en ángulo,
el cabello entubado de colores,
la camisa caída 
bajo el atornillado botón saliente del ombligo,
y las piernas,
las piernas confundidas con las patas
que sostienen tu cuerpo 
en apariencia dislocado,
adherido al journal que espera la lectura.
Divinamente ancha, precisa, aunque dispersa,
la belleza real 
que uno quisiera componer cada noche.


Nocturno

Deja ese sueño.
Envuélvete
desnuda y blanca, en tu sábana.
Te esperan en el jardín
tras las tapias.

Tus padres mueren, dormidos.
Deja ese sueño.

Anda.
Tras las tapias,
te esperan con un cuchillo.

Vuelve de prisa a tu casa.
Deja ese sueño.
Anda.
En la alcoba de tus padres
entra desnuda, en silencio.

Corre de prisa a las tapias.
Deja ese sueño.
Sáltalas.
Vente.

¿Qué rubí hierve en tus manos
y quema, negro, tu sábana?
Deja ese sueño.
Anda.
... Duérmete.

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