domingo, 3 de julio de 2016

Juan Carlos Abril


Poeta, traductor y crítico literario español nacido en Los Villares, Jaén, en 1974.
Es Licenciado en Filología Hispánica, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, Filología Románica,
y Doctor por la Universidad de Granada, donde actualmente es profesor de Literatura Española.
Residió dos años en Exeter, Inglaterra, y actualmente complementa su labor catedrática con la dirección de la Revista Paraíso y la colaboración en diferentes publicaciones literarias.
En 1996 consiguió el Premio Federico García Lorca con "Un intruso nos somete", Granada 1997; y en el año 2000 un accésit del Premio Adonáis con "El laberinto azul" Madrid, Rialp, 2001.
Su tercer poemario se titula "Crisis", Valencia, Pre-Textos, 2007.
Ha traducido, junto a Stéphanie Ameri, obras de Pier Paolo Pasolini, Filippo Tommaso Marinetti y Henri Michaux.
Forma parte, además, de numerosas antologías, entre las que se destacan:
10 menos 30. La ruptura interior en la «poesía de la experiencia», de Luis Antonio de Villena,
y Veinticinco poetas españoles jóvenes, Madrid, Hiperión, 2003.

(Fuente: Amediavoz.com)

Elegía

La noche es el escudo
que abarca su mirada,
la tierra que rodea
desde el riesgo a la tumba.

Ya amanece
en la posada del acantilado
donde cuelga un farol
y un letrero que gime en las tormentas
infernales de invierno.

Aquí vibra el dominio de la espada,
mano que empuña su destino
libre y que atraviesa
el territorio de la dignidad.
Yo prometo
la tierra de los sueños,
lejana de las leyes de los hombres
que ahora contemplamos.
Voz inerte,
viento, nostalgia. No te apresarán
los perros convocados que persiguen
el olor de una muerte fugitiva,
ni cederán el hambre, los pies siempre cansados,
la persistencia del dolor.
Yo sé
que este horizonte púrpura consigue,
como fuego y presagio,
el rastro insoportable de la cólera,
la luz de la esperanza.


De "Un intruso nos somete", 1997


Espacio 

Llegas de cualquier sitio
y, elegido al azar,
sin mapas, sin señales,
el otro lado esconde la sorpresa
feliz y azul.
Entonces permanece la ruptura
intacta. Entonces fuera o dentro impide
su difusión.
El viaje trae un orden en cadena,
un movimiento ansioso que repite
su dispersa memoria:
ya nadie nos indica que el error
desconocido o su secreto
sirva robado y oprimido,
tiempo arenoso que se va.

Todo va a ser abandonado.

De "El laberinto azul", 2001
Flor pensativa

A Stéphanie Ameri

Entonces entender es la fractura,
otra omisión
que no se justifica.
Vas surgiendo
desvaída en el punto en que se rompe
aquel olor de hojas que la brisa
como una nueva explicación del mundo
distrae, alegremente.
Estás sentada.
Tan despeinada y pálida después
del esfuerzo infeliz y del trabajo.

No hay repetición.
Son nombres
que ofreces al azar y, sin embargo,
impensables sin esa compasión
que crece derramada por tu boca,
ese licor de la imprudencia.
Ahora
descansas. Estás sola.

Y es un filo brillante
que a todo da sentido, siempre ahí
desde lo más oscuro, sin ser dicho.

De "El laberinto azul", 2001

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